Sincronía Editorial acaba de publicar mi último libro: “Homeopatía y l@s niñ@s”. Si os interesa, lo podéis encontrar aquí .
El niño es una dinámica en constante evolución y no debe ser considerado como un adulto de modelo reducido.
El problema del niño hay que situarlo en primer lugar en su contexto, centrar la perturbación de su actualidad presente, de su movimiento evolutivo en curso.
Y, en especial, no podemos olvidar que sus trastornos psicoemocionales son indisociables de su medio ambiente: padres, educadores, médicos, etc.
Esta gestión de las emociones estará impregnada de la propia educación paterna, que estigmatizará de algún modo sus esfuerzos educativos.
Es por ello que debemos ser conscientes de nuestro pasado, de la educación recibida y del lastre inevitable que esta ha supuesto en nuestra adultez.
Los padres deberían hacer hincapié en aportar a sus hijos una cierta educación emocional para que estos sean capaces de reconocer y nombrar sus emociones.
Es fundamental para que estos niños aprendan a tener los medios necesarios para actuar al respecto, desarrollando la suficiente empatía para saber identificar el «no verbal» de la otra persona, analizar lo que produce tensión, enfado, etc.
Necesitamos reducir la ansiedad del niño, y también la de sus padres, desculpabilizando a ambos y reequilibrando individualmente a cada uno de ellos.
Debemos hacer un esfuerzo por entender su dinámica emocional, la cual se plasmará en su discurso, en sus dibujos, en sus sueños y, sobre todo, en su manera de somatizar.
Como apunta Antonio Damasio, entender la biología de las emociones es fundamental para conseguir una sociedad mejor.